Crunch Crunch Crunch!!!, delicioso crujir del apio en mi boca, luego un sorbo de café y mi cigarrillo –Preciosa y helada mañana de octubre- Pienso, mientras tomo un pedazo de pan de muerto, de esos que salen casi dos semanas antes de la festividad. Mas apio no me caería nada mal y ahora devoro un trozo enorme de gelatina de yogurt, blanca y temblorosa, seductora e incitante –que delicia, ¡estoy lleno!!- digo a Julieta que esta sentada frente a mi y que fue la encargada de organizar el desayuno. –Que bueno que te gusto la gelatina, pero aun falta el cheesecake!- sentencia. ¿Y como podría yo negarme a una sonrisa tan amable como la de Julieta? y claro, a una generosa rebanada de pastel, con sus múltiples capas blancas y negras y su roja cubierta. Simplemente no podría.
Me envuelve la conversación con los compañeros, que si las mujeres esto que si los hombres el otro y que la historia de nunca acabar. Relato alguna experiencia con la mirada perdida recordando una tarde en la capital y con las manos sobre mi rebanada de pastel y mas allá Mariana que me mira con ojos de rareza desde la cabecera de la mesa.-Pues yo creo que a veces las mas serias son las peores- comenta Saulo, -Créeme que si Saulo, Créeme que si- responde Alejandra con su acento potosino. Y fue ahí, entre el créeme y el si de Alejandra, cuando apareciste detrás de la cortina de tabaco. Esos ojos como cansados, tan familiares, tan no se como. Me detengo un momento para asegurarme que de verdad estas aquí e intento llamar tu atención con mis ojos trasnochados. Pasan diez segundos y nada, otros diez, volteas con un aire de curiosidad y es ahí cuando tus labios articulan una frase que me dibuja una sonrisa y en automático me levanto de la sillita para decir –Hola, ¿como estas?-.
Me gustó su blusa gris y sus zapatitos marrones que hacen juego con su cabello claro y sus ojos aguamarina. Charlamos de cómo van las cosas, de los viejos amores, de los deseos, miras hacia la derecha y el sol se filtra por el iris que ahora es mas verde y que no puedo dejar de ver, volteas de nuevo y noto esa resaca en tus palabras, llenas de recuerdos que aun hacen eco en tu cabeza y lastiman. Creo que también conozco esos ecos nocturnos que a veces no dejan descansar.
Así seguimos por largo rato, hasta que llega el momento de la retirada. Me despido y me voy caminando por las avenidas con las ganas de verte de nuevo, tomo el autobús desbordando alegría, sonriendo como niño. Pensando en ti, contando mi dinero para poder invitarte un café y en estos momentos bajando la cortina para que el sol de media noche ya no entre por la ventana y me deje descansar, recordando esta preciosa y helada mañana de octubre en la que apareciste detrás de la cortina de tabaco.