martes, 7 de diciembre de 2010

Caminando por los recuerdos

..-Bueno, entonces así le hacemos, pasas por el coche del abuelo a las 10 y llegas por mi en treinta minutos ¿correcto?... bien, aquí te espero y gracias cabron – Colgó el teléfono lo más rápido que pudo y tomo las muletas que estaban apoyadas sobre la cama, se dirigió al baño, tomó una ducha, se lavó los dientes y bajó a la cocina. Para cuando terminó de preparar el desayuno, y con esto me refiero a sacar cuatro paquetes de galletas con chispas de chocolate y tres jugos, ya eran las diez veintitrés de la mañana y Chema no tardaría en llegar. Chema era su mejor amigo, lo conoció hacía ya siete años cuando jugaban juntos en un club local de futbol y desde entonces se veían un par de veces por semana. Y aunque Chema ya no jugara más y ahora se dedicara a bailar tango, siempre estaba uno para el otro.

-Ya no debe de tardar este cabron – Pensó y en ese mismo instante sonó el timbre de la casa, era él, era su amigo, llego en un flamante datsun rojo modelo 89 con el tanque de gasolina casi vacío, sin radio y con unos cinturones de seguridad muy poco confiables pero que sería su salvación. – Vámonos ya por que tengo que alcanzar a Carbajal en el estadio- y así comenzó aquel día de septiembre.

Chema arrancó el coche y el motor soltó un sordo rugido –No mames cabron a ver si llegamos, se me hace que esta madre no aguanta hasta Neza –, -pues mas nos vale que llegue, por que si no, ya valí madre-. Tomaron camino hacia Avenida de las culturas, llegaron a Aquiles Serdán y doblaron a la derecha con un paquete de galletas casi vacío. – Gracias por venir hermano, en verdad que ya no sabía que hacer, la última vez que fui fue por que mi papá me obligó, imagíname en el metro en muletas y hasta Pantitlan -. – No te lo creo, estas muy cabron –. - O muy cabron o muy pendejo la verdad no se – dijo Hugo un tanto irónico. Aquiles Serdán quedó atrás y también Vallejo y cuando llegaron al circuito interior, atestado de coches como de costumbre, no supieron a donde dirigirse. – ¿Y ahora?- preguntó Chema cuando se detuvieron en una luz roja.

 – Pues no sé, como nunca viajo en coche no se para donde, pensé que tu sabias-
        No mames ¿y ahora?- Por suerte ese semáforo duraba muchísimo y un taxista, como enviado del cielo, se paro al lado del asiento del copiloto. Era un tipo un tanto pasado de kilos, con cara de pocos amigos y para enaltecer su ego Hugo le dijo  – ¡Joven! Buenas tardes ¿me podría decir como llegar al estadio Neza 86? Y el chofer respondió con una cara irónica y una sonrisa que mostraba su dentadura amarillenta  con un diente de oro – Das vuelta en la siguiente avenida a la derecha y en Viaducto le das todo derecho hasta que llegues al aeropuerto y en…-  Hugo no alcanzo a oír la indicación completa por que, como era de esperarse, la luz ya estaba en verde y los conductores que estaban atrás sonaban la bocina como si nunca fueran a avanzar. – ¡Puta madre ya no escuche lo que dijo el gordo ese!-. – Pues a ver a donde chingados llegamos- dijo Chema con la boca llena de galletas.

Por fin después de casi hora y media llegaron al Neza 86, que los recibió con las puertas abiertas y ese asqueroso olor que desprendía el basurero que quedaba a cinco minutos de ahí. Bajaron del coche temerosos a un cristalazo. – No creo que se quieran llevar un paquete de galletas a medio comer y tres botes de jugo vacíos- dijo Chema entre risas. – Completamente de acuerdo- . Hugo bajó a la cancha y todos estaban entrenando, desde la primera A hasta la sub. 17, solo que había una pequeña diferencia: La primera A entrenaba dentro de la cancha y la sub. 17 estaba en una banda pegada a las gradas y a un lado del defensa Víctor Cabrera estaba parado el profesor Carbajal.

- Profe buenos días-
- Que pasó Hugo ¿Cómo sigues de la rodilla?-
- Pues nada bien, los resultados de la resonancia dicen que tengo mucho líquido y el ligamento esta muy lastimado. Lo peor es que tengo una ruptura de menisco. Así que me voy a Guadalajara a operarme-
- No me digas, es una lastima y mas ahora que estamos por comenzar el torneo. Pero en fin. ¿Cuándo te vas?-
- Mañana mismo, pero no quería irme sin avisarle, aparte se que si me quedo aquí nadie me va a ayudar y menos si no tengo registro en la federación- dijo un tanto comprometedor.
- Tienes toda la razón, mejor vete y llámame en cuanto sepas cuando te operan y como vas evolucionando- dijo Carbajal con ese aire de sabiduría que tienen todos los futbolistas, pero que en realidad no saben nada. - Pídele su teléfono a Israel para que también estés en contacto con el. Y pues mucha suerte, recupérate lo más pronto que puedas y aquí te veo.
- Gracias profe nos vemos pronto-.

Salió de la cancha y se fue a buscar a Israel, el medico del equipo, que estaba en el consultorio, le dio una mirada a la rodilla de Hugo, que para ese entonces estaba tan gorda como una papaya. – Cuídate Cuando salio hacia el túnel que daba a la cancha pudo divisar la silueta de Chema contemplando la cancha y los entrenamientos en silencio, con ojos nostálgicos, como si algo ahí le fuera familiar o estuviese perdido. El chico con la rodilla de papaya se acerco y preguntó - ¿Lo extrañas?- Su amigo respondió con una sonrisa y continuó en silencio hasta que salieron del estadio. Eso era un si evidente, Chema nunca se quedaba callado y menos cuando estaba tan cerca de una cancha.

Ya estando de regreso en el coche y con camino a la puerta del inmueble Hugo pidió que se para en la primera tienda por la que pasaran y así fue. – ¿Cuánto le debo señora? Fueron dos cocas chicas, unas papas y me da unos cigarros (aunque seguían siendo deportistas gustaban de fumar)-. – Van a ser cuarenta y siete pesos- pagó la cuenta y se volvió al coche, Chema estaba recargado en la puerta cerrada. Hugo se acerco, le dio los cigarros y dijo – Chema, ¿te acuerdas cuando te dije que nunca te iba a prender un cigarro?-. – Si - respondió su amigo. – Pues préndeme uno tú porque  yo con estas muletas no puedo- y los dos se botaron a reír.

Hicieron casi dos horas de regreso a casa de la abuela  que era donde vivía Hugo. Al llegar llamo a sus padres para avisar que ya estaba de vuelta y que al día siguiente tomaría el primer camión a Guadalajara, sus papás estuvieron de acuerdo y sin más se despidió. Esa tarde comieron las no muy nutritivas pero si deliciosas papas empanizadas de la abuela, ensalada y dos jarras grandes de agua de fresa. Terminaron la comida y salieron a fumar a la calle. – Gracias por haberme llevado, gracias por estar conmigo. Creo que no tengo que decirte que aquí estoy ¿cierto?- . – No te preocupes hermano-.
Chema se fue a dejar l coche casi a las seis, la abuela salio casi detrás de el, tenia una de sus reuniones de amigas no muy lejos de ahí, así que la casa quedo vacía y fue en ese momento de la tarde en el que Hugo lloró, se sentía triste, sabía que este tipo de lesiones toman tiempo y que la recuperación nunca es fácil. También sabía que tardaría mucho en volver a estar con sus amigos, tardaría en estar de regreso en las canchas, pero si había algo que le doliera casi igual que no poder jugar futbol, era saber que se distanciaría de su mujer, de Jessica. Aquella chica soñadora que había estado, hasta ese momento, a su lado, esa muchachita que siempre le dibujaba una sonrisa, que lo escuchaba y lo cuidaba. Si, eso era algo que realmente le dolía. Decidió llamarla y darle la noticia:
- Hola flaquita ¿Cómo estas?... que bueno, yo también gracias, bueno… la verdad es que no estoy tan bien. Los resultados del medico no son los que yo hubiera querido, dice que no hay otra solución, solo una cirugía y muchas terapias ayudarán a que mejore del todo y para eso tengo que viajar a casa de mis papás, allá me operaran y hare mis terapias- dijo con una voz muy frágil, que no era la habitual, una voz que se rompió en llanto cuando le dijo que se marchaba al día siguiente. Del otro lado solo se escuchó una voz que sollozaba palabras de aliento. Su mujer le dijo que no se preocupara, que todo estaría bien y que ella estaría ahí para el, continuaron platicando y cinco minutos después se despidió con un te quiero envuelto en mil pensamientos y las lagrimas secándosele en las mejillas.

A la mañana siguiente, ya con la maleta en la puerta lista para salir, se ducho y guardo en un bolso aparte un par de libros, su reproductor de música, su cartera, un cuaderno y una pluma. Y a las 11 de la mañana pasó su tío Luis a la casa para llevarlo a la central de camiones. Fue en un trayecto corto, agradable como todos los momentos que pasaba con su tío (quería mucho a su tío Luis aunque no lo demostrara tanto). Cuando llegaron a la central se despidió, dio las gracias y se dirigió al aparador. La gente que estaba ahí presente lo miraba un tanto confusa, no era muy común ver a un chico de 18 años (aparentaba ser mas joven) en muletas, cargando trabajosamente un par de maletas y comprando un ticket a esa hora. – A Guadalajara por favor- . – Bien señor Zamora (pocas veces le decían señor, tal vez lo hacían ahora por su aspecto y por que no se había afeitado en días) tiene que estar en la puerta 7 en 10 minutos ya listo para salir- dio las gracias y se fue lentamente a la puerta 7. Antes de abordar el camión le entregaron un jugo de guayaba, agua embotellada, un sándwich de jamón y dos galletas de avena con canela, subió y no pensó dos veces en abrir las galletas aunque acababa de desayunar, - Serán ocho largas horas hasta llegar a Zapopan- pensó mientras tomaba un poco de agua. Subió el volumen de su reproductor, se puso una frazada sobre las piernas, abrió un libro y se dispuso a leer mientras es camión se abría paso en el trafico que se iba diluyendo a medida que se acercaba cada vez mas a la autopista México-Querétaro.

Despertó un poco mareado por los movimientos bruscos que hacía el chofer y noto por la ventana que el sol ya estaba muriendo y la obscuridad comenzaba a tenderse lenta pero obstinada. Se dio cuenta de que no estaba su libro. Lo encontró al asomarse debajo del asiento de a lado, pero en es esfuerzo por buscar su libro sintió un fuerte dolor que le recorría desde el dedo gordo del pie derecho hasta la ingle. Se quitó la frazada de encima y noto que el pantalón le apretaba la rodilla de una manera espeluznante, estaba aun mas hinchada que el día anterior. Decidió no moverse mas, pero el dolor era tan intenso que le hacia apretar los puños tan fuerte que al abrirlos le dolían también los dedos de la mano. Por suerte solo faltaban 25 minutos para llegar a destino, llamó a su papa para avisarle que estaba por llegar y acordaron verse en la sala de espera. Cuando colgó sintió rabia hacia su papa por haberlo obligado a ir hasta el estadio en metro y más rabia sintió cuando regresó el dolor a su pierna, esta vez mas fuerte y sobre la parte interna de la rodilla – ¿Por qué le hice caso de ir?- pensó.

Media hora mas tarde bajo como pudo del camión soportando ese dolor increíble y ya estando abajo con sus dos maletas y cojeando vio a su padre a lo lejos, lo estaba esperando con una sonrisa, no sabia si sonreía de gusto por verlo ó de lastima por ver su situación – ojala sonrías igual cuando veas como tengo mi pierna- pensó cuando su padre le decía hola, el solo movió la cabeza, estaba muy encabronado como para responder. Subieron a la camioneta, en el trayecto nadie hablo una sola palabra, un simple como estas hubiera bastado para que Hugo explotara y creía que su padre lo sabía. Llegaron a casa, su madre salió a recibirlos cuando escucho el motor en la cochera, abrió la puerta y corrió a abrazar a su hijo - ¡Que bueno que llegaste ¿Qué tal el viaje?- le pregunto ya estando en la sala y Hugo no respondió se limito a pararse en una pierna y quitarse el pantalón con sumo cuidado. No miro su rodilla, se limito a ver la cara de tristeza en su madre y las lagrimas que brotaron de los ojos de su padre, si, con eso bastaba para sentirse mejor. Después hubo un largo silencio, su padre era muy orgulloso como para pedir perdón y permaneció callado, mientras en la cocina, su madre preparaba café. Tomo una taza y su padre le dijo que al siguiente día irían con el doctor Deobaldía para un último chequeo, al oír la palabra chequeo una fugaz ráfaga de esperanza paso por su mente – puede haber otra solución, tal vez la resonancia es incorrecta-. Pero esa esperanza se desvaneció a la mañana siguiente en el consultorio del doctor.

El doctor José Deovaldía era tipo enorme con brazos cortos y un ojo de cristal, consecuencia de un choque varios años atrás, era un gran tipo, así que no pudo odiarlo cuando programo su cirugía para dentro de un par de días. – Joven, su cirugía será el día 23 de septiembre, lo quiero aquí mañana para hacer exámenes de sangre y listo – sentenció el agradable doctor.

Pasaron los dos días y con ellos pasaron los exámenes de sangre, la ultima llamada a su novia, a Chema y la ultima cena antes de la operación. Y ahí estaba Hugo en un cuarto de hospital vestido solamente con una bata azul pálido y cubierto por unas feas sabanas blancas – que escena tan tétrica, como sacada de un libro de George Orwell-. Los asistentes del doctor no demoraron mucho y dejaron que la madre se despidiera de su hijo, un par de besos y lo llevaron al quirófano donde una enfermera de preciosa mirada le hundía una aguja en el brazo izquierdo, coloco el suero y lo dejo bajo una lámpara enorme que casi lo deja ciego. Después llegaron los asistentes del doctor y el anestesista, que hizo su trabajo y, según el, en menos de diez minutos estaría dormido, aunque no fue así. Tal vez era ese miedo que inundaba su mente el que no permitía que se durmiera, tal vez en lo más profundo de su cuerpo ese miedo seguía peleando por no ceder. Pero no fue suficiente, el anestesista aplico otra dosis y sus ojos se fueron cerrando lentamente, lo último que escucho fue al doctor que le preguntaba que había desayunado, no alcanzó a contestar.

Esa noche sin estrellas soñó que estaba en túnel en donde se escuchaban los ecos de cánticos y un mundo de gente no tardo en reparar que estaba en el acceso a cancha de algún estadio, se miro las manos y vio que traía puestos unos guantes blancos de portero, levantó la mirada y subió corriendo esa escalinata hasta llegar a la cancha. Quedo asombrado al ver el estadio abarrotado no cabía un alma mas. Corrió hasta el arco norte y miro hacia el centro de la cancha donde todos sus compañeros de equipo se acomodaban para dar inicio al partido, pero cuando el árbitro estaba por pitar el comienzo sus ojos se abrieron, experimento un mareo y sintió ganas de vomitar. – Buenas noches- le dijo un doctor que estaba sentado cerca de su cama – si sientes ganas de vomitar es normal, es uno de los efectos secundarios de la anestesia -. Sacudió la cabeza para despertar del todo y miro que su rodilla estaba demasiado abultada, el doctor destapo las piernas de Hugo y dijo – Tienes un vendaje y se esta filtrando la herida, aparte tienes hielo, déjame quitar los aparatos para que te pongas a caminar- finalizó. - ¿A caminar? ¿Ahorita? ¿Con todo este dolor? Solo esto me faltaba- pensó, y el doctor no tardo ni dos minutos en dejarlo libre para caminar – puedes usar el tripié del suero para apoyarte-. Se paró con ayuda del medico (No sabía si era muy gentil o gay) y se puso a caminar por el balcón de su habitación que era bastante amplio. No dolía en absoluto pero sentía como si le faltara fuerza. – Estarás bien dijo el medico y abandonó el cuarto dejándolo solo.

Al otro día llegó su familia. Primero su madre, vestida con es blusa blanca que tanto le gustaba, y detrás de ella llegó su hermana. Se quedaron toda la tarde, platicaron de la familia, que si esto que si el otro y por fin llego su primer comida en dos días, un sándwich de jamón, queso y jitomate, un vaso de jugo de naranja y una galleta – no mames que esto es todo- dijo para si y en menos de dos minutos la charolita verde quedó vacía como su estomago que crujía reclamándole comida, la cual nunca llegó. Mas tarde llegó el doctor Deovaldía y cambiaron los vendajes. Su rodilla seguía hinchada, no tanto como hace cuatro días, además tenia tres moñitos de hilo alrededor de la rótula – Son los puntos que te hicimos, por ahí pasaban el láser, la cámara y un tubito para drenar la sangre- dijo el medico y terminaron su labor, lo subieron de nuevo a la cama, llego su papá y con el llegó la noche. – Dice el doctor que mañana sales si en tu chequeo todo sale bien- dijo su padre y Hugo, que ya no tenía ese sentimiento de odio, solo le dio las gracias. Sus padres se marcharon y se quedó solo de nuevo, abrió su libro y pasaron las páginas, pasaron las horas y llegó el sueño. Cerró su libro y apagó la lamparita de su cuarto.

Aunque sentía mucho dolor en la pierna despertó contento de saber que ese día regresaría a casa y pronto estaría realizando sus terapias, pero no fue así. En el chequeo del doctor aparecía que la sangre no tenia su flujo normal, temió que el vendaje fuera muy apretado y cuando lo quitó vio que la pierna se ponía de un color azul y las heridas expedían un olor nauseabundo - ¿Es normal eso doctor?- preguntó Hugo un tanto confundido al ver que su pierna se veía mal, pero la cara de Deovaldía no lo dejaría mentir – No flaco, esto esta mal, aquí la sangre no esta circulando y no es por que el vendaje este apretado-. José Deovaldía mando llamar a sus asistentes y ya estando todos en el cuarto se pusieron a trabajar sobre la pierna del chico. De vez en vez los doctores cruzaban miradas que Hugo interpretaba de confusión y que lo ponían cada vez mas paranoico, solo estaba esperando el diagnostico final, pero a cada minuto que pasaba la ansiedad se volvía tan despreciable como el olor de sus heridas recién abiertas por uno de los asistentes. Una hora después se fueron todos los médicos con sus caras largas y solo quedó uno de ellos dentro de la habitación, mando llamar a los padres del recién operado y mientras llegaban dijo:

-         Te vamos a operar de nuevo-
-         ¿Por qué doctor, que me pasó?-
-         Hijo tu pierna está infectada, no sabemos bien de que- dijo el doctor para no asustar al muchacho

Por fin llegaron los padres que hablaron con el medico fuera del cuarto un par de minutos, Hugo no alcanzó a escuchar nada y cuando menos lo esperaba, tres paramédicos lo llevaron al quirófano una vez mas, de nuevo inyectaron una dosis de anestesia a la cual ya no resistió y se dejo caer en sus efectos, esta vez los doctores no intentaron distraer su mente, porque cuando llegaron, Hugo ya estaba dormido sobre la camilla.

Salió de la operación sin saber cuanto tiempo había pasado, estaba solo en su cuarto acostado, con la mente en algún lugar dentro de el, usó su pierna izquierda para quitar la sabana y miro su pierna derecha envuelta en una venda amarillenta y nauseabunda, no quiso saber mas y dejó que los restos de la anestesia acabaran con el. Mas tarde ese día lo llevaron en silla de ruedas con el doctor, que al verlo tan cansado, se apresuro a quitar la venda y los dos miraron la pierna. Estaba negra, llena de pinchazos y de sus tres heridas, que ahora eran más grandes, escurría un líquido amarillento. Ya no sentía dolor ni malestar alguno, alguna vez pensó que seguía soñando, que eso no podía ser cierto, que esa parte de su cuerpo no podía estar así, cerró los ojos y pensó que al abrirlos de nuevo despertaría de esa pesadilla, pero cuando los abrió seguía ahí sentado en la silla de ruedas frente al doctor que miraba entre mil pensamientos la rodilla negra. Cerró de nuevo los ojos y supo lo que pasaba.


Abrió los ojos una vez mas y estaba en su habitación, la televisión y la lámpara apagadas, no se atrevía a moverse, los brazos quietos a los costados sin tocar su cuerpo y la mirada fija en el techo, no se atrevía a mirar a ningún otro lado. Se concentro en el techo imaginando miles de formas, palabras, aviones que pasaban y se iban sin dejar rastro alguno. Hasta que por fin decidió mover su mano derecha hacia su pierna, pero la mano siguió de largo hasta tocar la ingle de la pierna izquierda y ahí se detuvo, sabía lo que había pasado. No hizo gesto alguno, no intento reprimir las lágrimas que corrían por su rostro y caían hasta la almohada. Se limito a recordar en silencio….

domingo, 5 de diciembre de 2010

Viendo las fotografias

Tanto así como tus viajes y tus mujeres y la foto que nunca tendrás, y todo el esfuerzo que hice para acabar contigo maldita perra. Así como veo tus imágenes pasadas de tu vida olvidada y como estas aquí.

Y también el jardín de niños, las personas que no conozco y nunca conocí, con todos esos regalos baratos y la inútil sonrisa que fingiste para el retrato de navidad. Como la fiesta de mis seis años o menos, donde los payasos no lo eran tanto pero me hacías reír.

Con el yo no tan falso pero el que querías que fuera, con los pantalones altos y los zapatos sucios, pero no había para comer, ¿que íbamos a hacer?  No había manera de vestir mejor que con los mismos sucios pantalones de todas las semanas del año.

Y encontré todos esos álbumes donde vivo a destiempo, con los reflejos eróticos de tus veintitantos y la señora de los zapatos amarillos y vista cansada. Por que realmente no he cambiado mucho, aun sigo montando hipopótamos de la misma manera que hace doce años, y cuando sacaste la foto sin luz para no molestar al bebe.

Ella aun vive con nosotros pero ya no le gusta vestir de china poblana, pero es igual de cabrona que tu, que yo y que ella. Igual que tu y yo con ellas, no con todas pero si la mayoría o quien quisiera.

Recuerdo cuando nos mudamos de casa y dormíamos en un colchón en la sala,  también recuerdo cuando nos dejaron con la abuela y ella tomo de la botella de tequila, pero yo parecía el borracho cuando golpee a mi primo en el patio de la casa de la madre de su madre. Y tú aun no pierdes ninguna maña, en cambio las perfeccionas.

Por que, si tu no te has dado cuenta, siempre algo se interpone entre ustedes, yo por ejemplo, dinero familiares, el espía de la familia. Y de tu madre, dios, como odio su cara de sabiduría, de años, realmente nunca has aprendido nada, si no a callar, a resignarte.

Yo gateaba por la casa buscando cualquier cosa, todo estaba obscuro y solo entraba luz por la ventana de la esquina, y gire y te vi sentada en el sofá de flores rosas, estabas llorando desconsolada, y yo claro no sabia hablar, pero no contabas con que ya tenía memoria. O dime tú, ¿no recuerdas cuando me perdía en los brazos de cualquiera? Y si bien no eras mi mujer, igual me amabas y sentías los mismos celos.

Heme aquí en el espejo de tu habitación, el reflejo de tantos años, no esta tan mal, creo aun no me ganas…


sábado, 4 de diciembre de 2010

Un martes cualquiera..

-Y bueno ¿por que no sacan una baraja?, la tarde esta tranquila - pregunto y Ana se levanta, abre la habitación y un delicioso brazo solar entra por la puerta al mismo tiempo que una nube de tabaco sale deprisa siguiéndola.

Me detengo un momento, tomo mi cerveza y le encuentro un sabor alquitranado -deliciosa tarde, deliciosa- pienso, mientras, Andre besa a Adela con sus brazos y piernas entrelazadas. Llega Ana con el paquete de cartas en la mano y en la cara, como siempre, esa linda sonrisa con aire despistado, yo, simplemente mirándola, recostado boca abajo sobre su cama, sumergido en la cálida y cómoda atmósfera. Nos envuelve una sensualidad un tanto reprimida, un tanto prohibida pero que casi explota cuando Ana se sienta sobre mi espalda.

Sale el primer reparto de cartas. - Cinco cartas y gana la combinacion mas alta- dice Andre con un aire de vividor experimentado. Me toca un bueno juego: un par de cincos (uno de diamantes, uno de corazones) y tres cartas menores a nueve. Me toca jugar primero, leo mis cartas, tomo un cinco del centro de la cama y lo cambio por un tres y antes que todos (creo yo) tengo mi juego armado -toc toc, yo toco- digo muy seguro de mi y Ana desde su extraña pero deliciosa posición recrimina mi decisión. La pareja de enamorados reprimidos que tengo enfrente se desespera y toman su ultima carta intentando salvar sus juegos. Me toca bajar las cartas -full de cincos y par de sietes, Gane!- pero la mujer que esta sentada sobre mi espalda destruye mi sutil juego con una sonrisa que muestra sus dientes y cinco cartas mas altas que las mías.

La tarde ya empieza a caer y encedemos un par de velas. Continuamos el juego unas rondas mas hasta que se propone uno nuevo -21-. Inmaculado, Glorioso. Y de nuevo Andre con su aire de vividor y una mente joven y soñadora sentencia las reglas -el que pierda besa a su pareja- . -Baya premio disfrazado de castigo- pienso y a todos se les dibuja una sonrisa y una  mirada sospechosa.

Nunca imagine que un numero me fuera a gustar tanto. ¿Como es que un dos y un uno al juntarse pueden crear dos bocas besándose y ese beso, cuatro brazos tocándose y desnudándose?. Cuatro mentes con un deseo tan creciente que no se da abasto con el cuerpo y sale de el a manera de suspiros y caricias deliciosas, sensaciones y miradas llevan consigo nuestras pasiones y dejamos de lado los burdos castigos del juego para nosotros llevar el ritmo del deseo.

A esta hora las velas ya se han consumido y quedamos solos tu y yo bajo un cielo obscuro y suave envueltos por caricias de plata. Te abrazo, me miras y preguntas:

 ¿Crees que soy hermosa?
 - Si mucho -
 ¿Por que, si soy muy fea?
 - La belleza es subjetiva y me encantas - respondo y te sumerges en un silencio espeso y sincero.
 - ¿Tienes miedo? - pregunto.
 - Si -
  ¿De que? 
 - De que me lastimen - 
 ¿Quien?
 - La gente -. y no dices mas, solo me miras.
Quiero llevarte hasta la punta mas alta de un acantilado y que solo mires el paisaje, que sientas como el viento te despeina y besa los labios. Sin tener miedo de voltear hacia abajo, sin tener miedo a una caída ahora que estamos los dos tan alto.  Me besas y me quedo sumergido en tu cuerpo...



jueves, 28 de octubre de 2010

Aguamarina

Crunch Crunch Crunch!!!, delicioso crujir del apio en mi boca, luego un sorbo de café y mi cigarrillo –Preciosa y helada mañana de octubre- Pienso, mientras tomo un pedazo de pan de muerto, de esos que salen casi dos semanas antes de la festividad. Mas apio no me caería nada mal y ahora devoro un trozo enorme de gelatina de yogurt, blanca y temblorosa, seductora e incitante –que delicia, ¡estoy lleno!!- digo a Julieta que esta sentada frente a mi y que fue la encargada de organizar el desayuno. –Que bueno que te gusto la gelatina, pero aun falta el cheesecake!- sentencia. ¿Y como podría yo negarme a una sonrisa tan amable como la de Julieta? y claro, a una generosa rebanada de pastel, con sus múltiples capas blancas y negras y su roja cubierta. Simplemente no podría.

Me envuelve la conversación con los compañeros, que si las mujeres esto que si los hombres el otro y que la historia de nunca acabar. Relato alguna experiencia con la mirada perdida recordando una tarde en la capital y con las manos sobre mi rebanada de pastel y mas allá Mariana que me mira con ojos de rareza desde la cabecera de la mesa.-Pues yo creo que a veces las mas serias son las peores- comenta Saulo, -Créeme que si Saulo, Créeme que si- responde Alejandra con su acento potosino. Y fue ahí, entre el créeme y el si de Alejandra, cuando apareciste detrás de la cortina de tabaco. Esos ojos como cansados, tan familiares, tan no se como. Me detengo un momento para asegurarme que de verdad estas aquí e intento llamar tu atención con mis ojos trasnochados. Pasan diez segundos y nada, otros diez, volteas con un aire de curiosidad y es ahí cuando tus labios articulan una frase que me dibuja una sonrisa y en automático me levanto de la sillita para decir –Hola, ¿como estas?-.

Me gustó su blusa gris y sus zapatitos marrones que hacen juego con su cabello claro y sus ojos aguamarina. Charlamos de cómo van las cosas, de los viejos amores, de los deseos, miras hacia la derecha y el sol se filtra por el iris que ahora es mas verde y que no puedo dejar de ver, volteas de nuevo y noto esa resaca en tus palabras, llenas de recuerdos que aun hacen eco en tu cabeza y lastiman. Creo que también conozco esos ecos nocturnos que a veces no dejan descansar.

Así seguimos por largo rato, hasta que llega el momento de la retirada. Me despido y me voy caminando por las avenidas con las ganas de verte de nuevo, tomo el autobús desbordando alegría, sonriendo como niño. Pensando en ti, contando mi dinero para poder invitarte un café y en estos momentos bajando la cortina para que el sol de media noche ya no entre por la ventana y me deje descansar, recordando esta preciosa y helada mañana de octubre en la que apareciste detrás de la cortina de tabaco.

lunes, 18 de octubre de 2010

El Concierto

Desperté con la canción de mi despertador estremeciéndome entre las sabanas cansadas de mi cuerpo y dispuestas a expulsarme, claro, sin conseguirlo.

-Buenos días, haber si ya te paras-… te escuche decir con una voz irritante. – ¿que no es muy tarde ya?-. – no me molestes- pensé. Me pare de golpe para ir al retrete, y un fuerte mareo atosigo mi cabeza.

Me mire en el espejo que queda de frente a la puerta de madera desgastada y mal barnizada y ahí te escuche quejarte de nuevo, -¡no puedo hacer nada, si no se levantan no puedo barrer ni trapear!... -por favor son las diez y es domingo- te dije bastante molesto, a quien carajos se le ocurre despertarme en domingo a las diez de la mañana. Solo a ti, solo a ti…

Regrese a la cama sin darle mucha importancia a tus comentarios, un poco irritado, prendí la computadora mientras tu bajabas las escaleras molesta por el caso omiso a tus ordenes.

Mientras tanto, la computadora se iniciaba, baje por la guitarra y tú, desde la cocina mirándome, callada, con las luces apagadas y aunque los rayos del sol siempre entran por la cocina, como era domingo aun no cabían en la casa. Creo que te enojabas mas con cada escalón que subía de regreso a mi habitación, me sentía demasiado solo como para darle importancia a tus berrinches matutinos.

Desenfunde la guitarra, asegure el capo y tome mi púa, me puse mis audífonos e inicié la pista…         lo intente por tercera vez….          …Pensaba cada acorde escuche cada pisada y calculaba cada movimiento de mis dedos para no perder el ritmo de la canción, pero antes de terminar el estribillo ahí otra vez tu, -¡Ya bájense! ¡A desayunar! ¡Hugo!-.

Alambre… carne, pimiento, grasa, tocino, grasa, tortilla, grasa, ¡bien!, algo bueno para iniciar mi día. Comí cinco tacos y me subí al cuarto, la cabeza me daba vueltas, así que me recosté en la cama, entre la guitarra la funda, las sabanas cansadas y almohadas -si, así! Tócame-. Estúpido alcohol, no solo calientas mujeres, sino que también desvives hombres, -solo quiero pasar bien el rato, quiero que me tomes-. Estúpida cruda, pero era peor la moral, carajo
No es que te extrañe, es que me gustaría tanto que estuvieras aquí, compartiendo la noche la cama y los labios entre nuestros brazos aferrados, amándote entre las sabanas, mirándote con la luna en tus pupilas que entra por la ventana.

La noche mágica y las horas que pasan lentas en mi espalda, con tus manos marcando cada minuto, con una mirada desnudándome, besándome en la cara.

Mírame a los ojos, déjame que te coma los labios, que tu lengua calle y tu respiración grite que me amas. Amárrame a tu cuerpo y que tus dedos recorran mi piel mojada.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Hoy desperté a las nueve de la mañana en punto, desde que puse mis pies en la tierra pensé en que seria un día nuevo, me desperté con ganas de vivir. Eche una mirada al cielo, me persigne y pedí por ti y por mi.

Existen cielos que yo jamás veré… así decía Vegas cuando me lavaba la cara, y me veía en el espejo, con rostro desilusionado y medio cansado, no empezó bien el día aunque me había parado contento.  Esa felicidad se fue evaporando.

Como de costumbre tendí mi cama y arrumbe la ropa limpia en el closet, me calce mis tenis de guerra y baje a la cocina para desayunar, la música no hizo falta, Fernando, Nacho, Ferreiro… … el queso se estaba fundiendo en el preciso momento en que se deslizo la primer lágrima. Las frases de la canción y nuestra foto de protector ayudaron a que cayera hasta el azulejo.

Ya de regreso en el cuarto me encontré murmurando una canción, la casa estaba sola, todos salieron temprano, menos yo. Mientras cantaba recordaba todo lo que vivimos día con día, no pude evitar decir en voz alta.. “te voy a extrañar mucho” mientras mis ojos se llenaban de agua y miraba los rayos de sol que se filtran por el techo.

No me des flores cuando aquí hay lirios y rosas… seguía la melodía al compás y cantando me sentí mucho mejor, después de la ducha comencé a acomodar todo el papeleo y mis cosas para el entrenamiento.

Salí de casa a las 10 47, camine hasta la parada de autobuses y no tardo mucho en llegar el trolebús, baje al llegar en Aquiles Serdán, me sentía completo y hasta guapo, use el ultimo viaje de mi tarjeta, baje las escaleras hasta los andenes y aborde el tercer vagón. Me senté en el suelo a leer los compendios de ingles de la prepa y no me di cuenta que llegue en menos de treinta minutos a Mixcoac, por suerte baje antes de que las puertas se cerraran.

Ya estando en la base de los camiones, pregunte a dos chóferes que se encontraban esperando su turno de salida, si conocían la calle de moras, me mandaron hacia el RTP, incrédulo le pregunte al chofer si me dejaba cerca, el me contesto con cierta amabilidad y al cabo de dos minutos aprox. Salimos y en cinco ya estaba en moras… no sabia en donde carajos estaban las oficinas. Pregunte a mas de tres peatones y ninguno supo responder.

Me metí media cuadra a la derecha siguiendo mi intuición y llegue a una escuela, en la cual pregunte a una simpática secretaria si sabia la ubicación, afortunadamente me ayudo, el siguiente problema fue al llegar a las oficinas y enseñar la documentación, me faltaba el recibo de pago por la reposición de la credencia! Carajo!

-Bueno, aquí tienes tu recibo- el cajero me dio el indispensable papel y regrese a las oficinas. – aquí esta – le dije al señor que me atendió en la ventanillo ocho. El no dijo nada, se retiro un momento y regreso con el papel de credencial en las manos, pegando una de mis fotos a blanco y negro, puso el papel protector, me pidió la firma y la enmicó.

Al regresar a la calle aun me quedaba una hora para llegar a barranca del muerto. Camine dos cuadras de regreso y dos mas hacia periférico, ahí encontré la pecera que me dejaba en barranca. Al llegar en menos de 15 minutos llame a Uriel por teléfono con mis últimos pesos y me dijo – te veo en el seven eleven en media hora -. Uriel llego 15 minutos después de lo acordado, el día era soleado y llegamos a las canchas con 40 minutos de sobra.

El entrenamiento empezó fuerte y la intensidad fue bajando hasta llegar a la ultima hora de lo planeado, - foot Ball y con esta cerramos – sentencio Carbajal. Primer jugada, caí con todo mi peso en la rodilla derecha y casi caigo al césped, pude flexionar i seguir jugando pero pocos minutos después al dar un pase y acertarlo, el calor regreso y la inmovilidad me dejo fuera de combate… - salte Hugo – escuche a Carbajal. Dos de mis compañeros llegaron a ayudar, de verdad era insoportable, no podía apoyar, no podía hacer nada. El medico llego diez minutos después, me diagnostico una distensión del ligamento colateral medial y me dijo que a pesar de mi sufrimiento no era nada muy grave, - estas resentido necesitas descansar y fortalecer el ligamento, estas listo en mes y medio - ¡ MES Y MEDIO?! No puedo esperar ni dos días cabron…

Me vestí y subí al auto como pude, papa me llamo – no puedo creerlo, hablas como si te importara una mierda, es que yo creo que ya se termino todo, ya Hugo no puede ser – no respondí. Me trague todo… tenia ganas de mentarle la madre de mandarlo a la chingada, pero no… todo me lo tragué.

Después de arreglar una llanta y tomar a duras penas un taxi en metro rosario, llegué a casa, un vecino me ayudó a bajar del carro y subí como pude, enseguida me puse el hielo, prendí mi laptop y tome mis desinflamatorios.

Tengo la rodilla destrozada, a pesar de sentirme vivo caminando entre las calles de MixcoacPATEALO!!!!


Hugo…. Es difícil escribir sobre uno mismo.
Ególatra de nacimiento, fisicamente… alto, ojos oscuros, cabello castaño con canas, manos grandes y brazos largos nariz recta y labios grandes, delgado.

A Hugo le gusta, dormir, leer, escuchar música, platicar, conocer gente diferente, le gusta dar consejos, sabe cuando callar y cuando gritar, le gustan los días con nubes y si llueve por la noche es mejor.

Hugo es amable caballeroso y aunque no sepa de memoria las reglas de etiqueta, le gusta aparentar que si, le gusta el vino, cerveza, vodka, ron, tequila, la marihuana esporádica… le emputaba el tabaco.

A Hugo le gusta caminar solo por las noches o en las tardes grises, le gusta escribir y que le escriban, así como escuchar historias y fascinarse de viejas situaciones. Le gusta ayudar a los ciegos, no soporta mucho tiempo a los niños, pero un movimiento, una mirada basta, para que se sienta agradecido. El fútbol lo apasiona o lo encabrona y aunque esta lesionado, sigue repasando cada jugada.

Hugo… Hugo es portero, escritor, músico, fotógrafo, amante del café, romántico, irónico, tipo, artista, demente, sabe patinar, le gusta cocinar, una vez invento una bebida con hersheys y vodka, le gustaría viajar a Italia y regresar a Canadá. Es friolento, gusta de vestir de blanco y pantalones rectos, le gustan los sacos pero sus hombros no los quieren.

Ese es Hugo a groso modo.. 

sábado, 2 de octubre de 2010

Dame una mañana mas, infeliz rayo de sol. Comienzo en la bañera, con el vapor del vitalicio liquido recorriendo mi cuerpo en gotas que terminan en ríos desembocando en el sexo. Empapando mis cabellos, cierro mis ojos e imagino una cascada cálida al comienzo de un acantilado y viento sollozando entre mis hombros bajando por mis senos; ha gritado te amo. Abro los ojos de nuevo y regreso a la bañera, el cielo se cae a pedazos con la humedad que se ha filtrado, el jabón de cuarta que trata mi piel mejor que mis amantes.


Veo mi reflejo empapado, iluminado por el sol de mañana que entra por la ventana de la habitación, dejo caer la toalla y tomo el rubor, lo deslizo en mi rostro sin llegar a sentir satisfacción. El carmín recorre mi boca insensible y la sombra borra mi expresión, borra la mirada cansada de la que ahora soy. Tomo el peine y el  fijador, regreso al espejo, siento una pertenencia nula y alcanzo el vestido de noche, de diario, de hace unos años hasta hoy, limpio mis zapatillas y regreso al tocador, tomo la botella de perfume barato que me regaló el ultimo amante, quema como  alcohol.


Así salgo a la avenida y espero que llegue, pasan unos minutos y llega el único, solo uno por hoy. Subo al auto como toda una dama y en la cama me destrozo el corazón, toma  mis cabellos, me somete a una satisfacción inexistente, intenta amarme, intenta… 


Regreso a la avenida unas horas después, subo al apartamento, de regreso a la habitación, desvanezco el disfraz y miro a la mujer, desnuda en soledad, sintiendo incertidumbre al no ser tocada, sintiéndose desperdicio de carne y huesos, sintiendo el frío en la cama, -es raro- piensa y así llega al final de un día mas de labor.